En el síndrome miofascial es muy importante la localización exacta del grupo muscular implicado en el origen del dolor; esto se logra con una anamnesis y exploración exhaustiva siendo las pruebas complementarias poco útiles.
La técnica principal es la inyección de toxina botulínica en el espesor del músculo contracturado. El mecanismo de acción de la toxina es producir un bloqueo reversible de la fibra muscular, impidiendo la liberación de acetilcolina de las terminales nerviosas de la placa motora. La dosis de toxina es de 100 UI por grupo muscular.
Anteriormente la localización del músculo a tratar se hacía con fluoroscopia o electroestimulación, sin embargo desde hace unos años la técnica de localización recomendada es la ecografía.
– Cuadrado lumbar: paciente colocado en decúbito prono. Colocaremos la sonda en posición longitudinal por encima de la cresta ilíaca visualizándose la inserción del músculo cuadrado lumbar en la misma. Se localiza inmediatamente superficial al peritoneo el cual se moviliza con la respiración (también se observa el movimiento del polo inferior del riñón).

– Psoas: se coloca la sonda convex en posición longitudinal paralela a la línea de las apófisis espinosas hasta visualizar la sombra “en tridente” de las apófisis trasnversas. En este momento, se puede abordar el músculo que se localiza entre las sombras de la apófisis.

– Piriforme: en zona glútea se coloca la sonda convex en oblicuo hasta visualizar la cabeza del fémur. Se puede realizar una flexión de la rodilla y rotación del fémur para alargar y acortar el músculo y así ayudar a su localización. Se accede desde el borde lateral “en plano”.

En todas estas técnicas, es recomendable realizar tratamiento rehabilitador con estiramientos tras tratamiento con toxina de forma precoz.